Entraste en la habitación principal y te sentaste en la cama, junto al armario y el velador. Pronto esos muebles desaparecerían de ti , dejarían marcas polvorientas de su contorno en el piso , como siluetas de muertos en la escena del crimen. No , pensaste. Rematarlo no es una maldad, maldad es llevártelos a Lima para que la humedad y el oxido lo pudrieran.
Un olor a naftalina salió de los cajones de armario. Sacaste papeles amarillentos, partidas de nacimiento , recortes de recetas que quizás nunca se prepararon en tu casa y al final de todo, el viejo álbum guinda de fotos. Recordaste cuando de niño, le preguntaste señalándoselo ¿Qué color es ese mamá? Y ella te dijo guinda. Simplemente guinda
La sequedad de tu madre sólo podía compararse con la sequedad de Chosica. Abriste la tapa y apareció ella vestida de blanco, después de su primera comunión. Hubieras jurado que habían remojado la hostia en vinagre, tal era la seriedad de su gesto. Pasaste una página y sus amigas del colegio reían espontáneamente a su alrededor. Pasaste otra, y una mueca triste asomaba en su rostro, esta vez junto a tu padre. Alguna vez, ya de grande, pensaste que sus dientes eran hermosos y que tu madre cometía una injusticia con ellos. Eran perlas escondidas que jamás conocerían la gloria de mostrarse en collar. ¿Por qué nunca sonríes, madre? ¿Es que has sufrido tanto en la vida? Y ella te arqueaba la boca de la misma manera dulcemente triste con que aparecía junto a tu padre en esa foto, haciéndote creer que aquella era su verdadera sonrisa. Cerraste el álbum que te sirvió para aumentar un color en tu vocabulario, cogiste las partidas, los recortes y las recetas, y metiste todo en una sola caja. Pero algo extraordinario ocurrió cuando la caja se te cayó al piso. Los papeles volaron, las naftalinas rodaron y la tapa del álbum se partió. Y de su interior salió una imagen indescriptible. Tu madre riendo a mandíbula batiente, en explosión de dientes, en felicidad estática, sosteniendo un bebé entre sus brazos. Y pensaste que si en ese momento hubiera pasado un gato preguntándote la hora, igual le hubieras seguido prestando atención a esa foto con fascinación.
¿Qué hizo, Lorenzo, que tu madre riera por primera y quizá única vez en su vida? Y, más importante aún: ¿Qué azar del destino te llevó a ser el accidental testigo de ese hecho?
Manejando de regreso a Lima, con la foto en la consola, te hiciste estas preguntas por primera vez. Y no te dejaron en paz hasta que, en un momento de esta historia, empezaste a contestártelas. (…)
Asunto: Re:Re: Solo
Princesa,
Disculpa que no te haya contestado antes. Me imagino que te preocupaste por la melancolía de mi última carta, y no te culpo. Estos últimos días han sido de descubrimientos importantes para mí. Puede parecer una tontería, y corro el riesgo de sonar melodramático, pero sé que estoy embarcado en un camino donde le encontraré faroles a muchos puntos oscuros de mi vida.
No te lo he dicho hasta ahora, pero este viaje personal empezó con una fotografía de mi madre. Sí, princesa. Con una sola imagen. La voy a escanear y te la voy a enviar en este momento sin decirte nada más.
Tu Lorenzo
Asunto: Re: Re: Re: Solo
Amor, me he quedado impresionada con la foto. La joven alegre que aparece en ella no se parece en nada a la comedida señora que un día me presentaste en aquel restaurante campestre en Chaclacayo, hace un par de años. Nunca te lo dije, pero ese gesto tuyo de invitarla a almorzar con nosotros, tan casual y conociéndote, tan calculado a la vez me conmovió. Ese día supe realmente que me querías. Ese día fuiste el chico que quería mostrarle a su madre la mujer que iba a tomar la posta de cuidarlo. Al menos, eso sentí yo. Y si no fue así, por favor no me lo desmientas, ni que quites la ilusión.
Otra cosa que nunca te dije, fue la sensación de no gustarle que me acompañe durante todo ese almuerzo. Hubo un momento en el que por mi nerviosismo, o porque la mesa era muy estrecha, boté el salero al suelo y el contenido se volcó alrededor. Roja como el vino que habías pedido, me agaché a regresar el frasquito a la mesa, y al incorporarme me encontré con una mirada dura que su sonrisa de compromiso no puedo desarrollar ¿Era supersticiosa tu madre? Tras ese pequeño accidente pensé que se había dado cuenta de mi esfuerzo por caerle simpática, y eso le molestaba. Felizmente, el tiempo hizo ver que ella no era así sólo conmigo. Pero si que asustó. Recuerdo que después de dejarla en su casa de Chosica, tú comentaste:”que dura es mi vieja, ¿no?” y desconfiada, como soy, me imaginé que sólo lo decías para tranquilizarme, porque seguro que con tus ex novias no había sido todo risas y confidencias. Pero basta de mis viejos temores. Tú me enviaste la foto, y supongo que querrás comentarios. Si debo resumirlos te diré que esa mujer joven no es tu madre. Esa mujer es la risa de tu madre. Es como si durante años de querer salir, sur isa hubiera hallado la manera de escapar por un instante. Y ese es el instante captado ¿qué se siente verse en brazos de una risa? Tú sales muy serio en la foto, y quizás sea por simple contraposición al gesto de tu mamá. Tu gesto de incomodidad me recuerda al que te he pillado muchas veces cuando te molesta el ruido de una discoteca, o cuando estás en una reunión en la que no conoces a nadie. Hay gestos que nunca cambian en uno. Por tus últimos mensajes parece que esta foto te ha llevado a descubrir cosas, y no me sorprende. La foto es asombrosa, porque es la imagen de tu madre cuando no es tu madre y, como hijo deben dar ganas de conocer a esa nueva señora. Te deseo suerte, y también deseo que no me dejes en ascuas, explícame más en qué andas, por favor.
Tu princesa que te adora.
Gustavo Rodriguez